miércoles, 28 de julio de 2010


Camino por los oscuros pasillos sin que nada me ilumine. Sólo como compañía, tengo el misterioso libro que yace en mis manos, tan extenso como las historias que me han de pasar. Entro en la última puerta a la derecha, y ahí, en el cobijo de su roja vida, yace muerto aquel que por mucho tiempo amé, aquel que me hacía sentir tantas alegrías como lágrimas de negra tes al bajar por mis ojos. Tomo a mi amor en mi regazo y besos sus labios con la cálida pasión que me hacía sentir, después de todo, aquel que yacía muerto en mi cama tendido, era mi frío y oscuro corazón.

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