"La habitación se encontraba en penumbras. En la mecedora de mimbre al lado de la ventana, se encontraba inmóvil un cadáver iluminado por la luz de la luna. El espíritu del Papa Paulo VIII había abandonado para siempre su cuerpo, el que ahora yacía inerte, observando con los ojos perdidos la calle por la que alguna vez caminó vivo, ocultando miles de secretos. Cuando su camarlengo entró en la habitación, ya habían pasado cinco horas desde que el Vicario de Cristo había abandonado nuestro mundo. Nervioso por la situación, comienza a buscar ayuda de inmediato. Cuando anocheció, en la penumbra perpetua se encontraba Juan, el camarlengo, golpeando con un martillo de oro el cuerpo de aquel difunto Papa, para confirmar la muerte del sumo pontífice como la tradición lo ordenaba. Era hora de buscar el sucesor de aquel hombre que había nacido con el nombre de Emiliano, y para eso debían llamar a todos los cardenales del mundo."
La Maldición Episcopal
Edgar Hällen
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